Acabo de terminarme dos libros muy recomendables, ambos escritos por mi admirado (y colega de profesión) Jano García: «La Gran Manipulación» y «El Rebaño».
Los dos hacen hincapié en un grave problema que sufrimos en la actualidad: a pesar de vivir en el único momento de la Historia en el que, gracias a Internet, todo el mundo tiene acceso al conocimiento de forma gratuita, a la vez las redes sociales, sus «masas de acoso» (como él las denomina) y los poderes públicos están contribuyendo a extender «pandemias» como el sectarismo, la mediocridad, la desinformación, la carencia de espíritu crítico y de criterio propio, etc.
La finalidad está muy clara: las élites gobernantes son conscientes de que la masa social (el rebaño) es quien pone y quita gobiernos en las elecciones, y por eso este colectivo mayoritario debe ser fácilmente «manejable» en función del momento, de las circunstancias y, sobre todo, de sus intereses políticos. Para conseguirlo no dudan en adoctrinar a niños y jóvenes, e incluso cambian las leyes de educación, como ha sucedido recientemente en España, rebajando las exigencias y los conocimientos educativos, garantizándose así el crecimiento de esa masa mediocre…
En «La gran manipulación» Jano documenta al detalle todo el proceso que sufrimos en España desde finales de 2019, en que tuvimos las primeras noticias de la epidemia china, hasta mediados de 2020, fecha de la publicación del libro.
En tan corto espacio de tiempo asistimos a dos manipulaciones gubernamentales, llevadas a cabo junto con sus acólitos: los sobornados medios de «desinformación» y las «masas de acoso» de las redes sociales. Las dos fueron de sentido absolutamente opuesto, pero eso sí, el rebaño apoyó fielmente una cosa y la contraria…
En primer lugar vivimos la propagación de la consigna de que el COVID19 era una enfermedad sin importancia, mucho más leve que una gripe, que apenas afectaría ni a la población española ni a nuestro robusto sistema sanitario. ¿Os acordáis de aquella célebre frase del bufón mayor de la farsa, que decía: «España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado»? La «extrema levedad» fue el dogma vendido durante semanas con el fin de llegar al «morado» 8-M, animando a las multitudes (en contra de las recomendaciones de la OMS) a manifestarse en las calles, para poder explotar políticamente los actos «feministas» (?) de toda España. Durante ese período, cualquiera que pusiera en cuestión las tesis oficiales, advirtiendo de que el tema podía ser preocupante, era duramente cuestionado, tildado de «coronahistérico» y aniquilado civilmente por las hordas mediáticas.
En definitiva: se manipuló deliberadamente a la población, anteponiendo intereses ideológicos a la salud pública, ya que en aquellos días las autoridades sanitarias conocían la extrema facilidad de propagación del virus: más de medio centenar de personas lo habían contraído en un velatorio y posterior funeral (los días 23 y 24 de febrero) en la Rioja. Por ese motivo varias delegaciones provinciales del gobierno se habían encargado de prohibir actos multitudinarios programados para esas fechas, con excepción -por supuesto- de los actos del fatídico 8-M.
Pero asombrosamente, como por arte de magia, en tan sólo 4 días la «extrema levedad» se convirtió en «extrema gravedad» y el gobierno decretó, por primera vez en la Historia, un estado de alarma para quince días, que posteriormente se alargaría hasta el mes de junio. Igual de asombroso resultó que todos los palmeros que habían defendido lo inocuo del virus, pasaran a defender con uñas y dientes la recién proclamada extrema gravedad. Para alimentar el circo mediático se distrajo al personal con las ovaciones diarias de las ocho de la tarde a todos esos sanitarios que lidiaban indefensos con la enfermedad, sin equipos de protección, ni respiradores suficientes.
Los cientos de miles de personas que se manifestaron aquel 8-M en toda España multiplicaron de forma exponencial los contagios, como supimos días después, al hacerse público que muchas caras conocidas participantes en el evento acabaron infectadas. Y lo que es peor: el show feminista socialcomunista convirtió a nuestro país en el líder mundial por número de contagios y de muertes entre la población, y también entre los sanitarios.
Las cifras demostraron que la gestión política de la situación fue lamentable. Los profesionales de la sanidad se jugaron la vida (y centenares de ellos la perdieron) en primera línea, mientras los dirigentes políticos vivían más preocupados de aleccionar a la población con sus mantras progresistas, que de dotar a sus sanitarios del material necesario para luchar contra el virus.
Cuando por fin reaccionaron, ya era demasiado tarde y los mercados internacionales estaban saturados. Además se produjeron una infinidad de irregularidades en las compras de material, con la aparición de empresas fantasma, precios sospechosamente desorbitados y contratos siempre vinculados a personas «demasiado próximas» a miembros del gobierno. Muchos de estos casos de supuesto nepotismo, cuando no directamente corrupción, fueron denunciados y se encuentran aún pendientes de juicio, con cuatro altos cargos del gobierno de Sánchez imputados…
En su libro «El Rebaño», Jano hace un repaso acerca de diversos mantras, convertidos en los dogmas de una nueva teología del progresismo. Esa doctrina es desde hace años la imperante, no sólo en la izquierda española, sino también en la de muchos países occidentales. Basándose en ella, han conseguido darle pátina de «corrección política» a lo que no es más que burda ideología tendente a dividir a la población.
Se han creado dogmas para solucionar «problemas inventados», con un propósito más que obvio: adoctrinar a las masas (el rebaño) y embarcarlas en «nuevas luchas», una vez que ya les caducó su casposa «lucha de clases»…
Los temas con los que se pretende manipular y enfrentar a la población son recurrentes: el feminismo, la ideología de género, la «cultura» LGTB, el racismo, la igualdad, la diversidad, la inmigración ilegal, el cambio climático, etc.
Una vez definidos los argumentos de sus dogmáticas «películas», el siguiente paso es construir dos bandos que propicien el enfrentamiento: «los buenos» (siempre los progres) y «los malos» (el resto). Para convencer a la gente de que se alisten en «el bando correcto», suele ser muy socorrido el victimismo: inventarse un relato de opresión, al igual que hacen los nacionalistas catalanes y vascos. De esa forma tratan de generar simpatías hacia las supuestas víctimas (las mujeres, los gays, las lesbianas, los bisexuales, los transexuales, los negros, los musulmanes, los «flujos migratorios», etc.) y de convertir en «verdugos opresores» a cualquiera que discrepe de esas luchas maniqueas.
Los ataques a estos últimos son defendidos por el gobierno y por sus grupos de presión, aunque contengan insultos, calumnias e incluso violencia física: el fin justifica los medios. Con ello generan un miedo a quedarse fuera de juego y a ser vilipendiados que hace que partidos de centroderecha (como PP y Ciudadanos) caigan en la trampa e intenten sumarse a esas «nobles causas» de los progres, aunque en muchos casos ni les dejen…
Con estas tácticas frentistas consiguen dotar de contenido a ese socialcomunismo obsoleto, que en lo económico ha demostrado sobradamente su incompetencia a lo largo de un siglo (generando miseria y muertos por millones), y en lo político siempre ha ido asociado a dictaduras con un total desprecio por la libertad humana. Quizás por ambos motivos, en los lugares en los que se ha implantado esa ideología perversa, fue necesario hacerlo a punta de pistola, a base de muros, de alambradas, de censura informativa y de prohibiciones de abandonar el país…
Y lo más gracioso de todo: en esos «paraísos» en los que la izquierda impuso su ideología durante décadas (Unión Soviética, China, Cuba, Corea del Norte, etc.) siempre se pisotearon los derechos de los gays, de las minorías y las mujeres han tenido un papel político absolutamente irrelevante! Por cierto, en este tema no necesitamos ni salir de casa: ¿alguien me podría decir el nombre de alguna mujer que haya dirigido los sindicatos izquierdistas CCOO o UGT, durante los 45 años que llevan legalizados? Tic, tac (…) Pero no pasa nada, eso les da exactamente igual: la propaganda progresista seguirá engañando a la gente sin el más mínimo rubor, identificando izquierda con feminismo…
Por no hablar del cambio climático: de las 25 ciudades más contaminadas del Mundo, 23 están en la China comunista (más Moscú y Tokio), pero eso sí, somos los ciudadanos de la Unión Europea y de Estados Unidos los que tenemos que luchar en primera línea contra la contaminación, según los dogmas de la progresía imperante!
En definitiva, todo es pura propaganda, con una tendenciosa finalidad partidista y basada en burdos engaños. Menos mal que las personas con criterio propio y con un mínimo de conocimiento de la realidad histórica sabemos que «no por ser repetida hasta la saciedad, una mentira termina convirtiéndose en una verdad».
Y en Francia parece que ya están tomando buena nota: en las elecciones presidenciales celebradas hace unos días, el candidato del partido comunista obtuvo un 2,37% de los votos y la candidata del partido socialista francés un 1,75%, quedando su formación (hermanada con el PSOE) al borde de la desaparición…